Viernes 1 de julio de 2022, 4:40 de la mañana. Como cada día, nos despertó el autillo que grabamos en Tramuntana y que desde entonces tenemos como sonido en el despertador, pero esta vez era la señal de que, por fin, empezaban las vacaciones. Nos levantamos felices. Tuvimos tiempo para un café, una ducha, despedirnos de Otto y Orión, cargar el equipaje y salir rumbo hacia el aeropuerto.
Después de un vuelo tranquilo y agradable, aterrizamos en Madrid y recogimos el coche que habíamos alquilado para el fin de semana. Llegamos a El Espinar sobre la una de la tarde.
Después de dar una vuelta por el pueblo, aparcamos el coche y fuimos hacia el hostal La Cigüeña, donde habíamos reservado una habitación. Es un edificio pequeño en el centro de El Espinar y ya desde la entrada nos sorprendió para bien. Nos recibieron muy amablemente y lo mejor es que nos habían asignado una habitación en el ático, con ventanales sobre los tejados del pueblo. Pero lo que sin duda más nos gustó fue el salón social junto a la habitación, concretamente su terraza. Es un espacio pequeño, pero con sitio para dos mesas, sillas y plantas y desde donde se ven tejados, árboles, el monte, la iglesia y una mansión abandonada en la que vimos hasta siete nidos de cigüeñas llenos de pollos y ejemplares jóvenes. Al ver aquel estupendo mirador, planeamos salir a comer y pasar la tarde allí con nuestras cámaras. Y mereció la pena.
El sábado madrugamos y nos reunimos
con Jose, el guarda rural que dirige el hide de rapaces y
carroñeras Oteafoto. Fue una alegría verle tras estos años de
restricciones por la pandemia en que se nos había truncado el plan
de volver allí.
Le seguimos en coche y al entrar en la finca donde está el hide, cargamos nuestros trastos y nos subimos a su Land Rover Defender. Montaña arriba hicimos un camino muy divertido e imposible de transitar para ningún otro coche.
Al llegar, hay que entrar rápido en la caseta ya que las aves que vuelan en la zona solo conocen a Jose. Es obligado no interferir en la vida y costumbres de los animales que vas a observar. Un fotógrafo es mero espectador y siempre lo tenemos en cuenta en cualquier actividad de este tipo que hacemos.
Así pues, siguiendo las instrucciones de Jose, saltamos del coche al interior del hide y él desde fuera nos pasó el equipo. Nos advirtió que las primeras aves entrarían enseguida, así que montamos nuestras cámaras rápidamente.
Y así fue.. Antes de dejar de oír el motor de su coche, los milanos nos estaban ya sobrevolando y a los pocos minutos, bajaron al muladar. En esta ocasión pudimos ver milanos negros y reales volando sobre nosotros y alrededor del muladar buscando comida y cuando la descubrían, descendían veloces para satisfacer su hambre. Junto con los milanos, se acercaron algunos cuervos, pocos esta vez; también aparecieron un par de urracas y un zorro.
Durante el vaivén de milanos, vimos a los buitres volando a lo lejos en círculos; suavemente, fueron acercándose al hide y empezaron a sobrevolarnos oteando qué les había dejado Jose. Lo que les trae depende de los animales que hayan muerto por causas naturales o por accidente en el entorno. Por no entrar en detalles, solo diré que esta vez eran animales pequeños, pero aun así, los buitres comenzaron a bajar de uno en uno hasta que se juntó calculamos que una treintena.
Entre ellos vimos y fotografiamos al menos cinco negros, más que en la anterior ocasión, aunque esta vez, ninguno anillado.
Los disfrutamos durante un par de horas y luego, según iba haciendo más calor, fueron marchándose hasta quedar solo un milano y un cuervo en el posadero a nuestra derecha.
Finalmente, a mediodía, también se marcharon y aunque esperamos un par de horas más, entendíamos que durante las horas de más calor, no veríamos más aves, que posiblemente estarían resguardadas hasta que cayera la tarde.
Para concluir, quisiéramos aprovechar para decir que El Espinar es un pueblo precioso y tranquilo que nos apetece mucho volver a visitar; que nos encantó el clima familiar y acogedor del Hostal La Cigüeña y su terraza y en cuanto a Jose, de Otea Hides del Colectivo Azálvaro, queremos decirte que nos parece que hacéis una labor fantástica para la conservación de aves rapaces y carroñeras en la sierra de Guadarrama.
Gracias por todo. ¡Volveremos!